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El candado Pitón para motos cumple 35 añosImprimir
11 de Febrero de 2013
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El candado Pitón para motos cumple 35 años

España es algo más que ladrillo, por mucho que en los últimos años todas las señales parezcan indicar lo contrario. Fruto de la imaginación y creatividad patrias son inventos tan conocidos como la fregona o el Chupachups. También lo es el candado Pitón, que al común de los mortales le evocará un cuerno de toro o un tipo de serpiente, pero no así a los aficionados a las motos.

Este antirrobo, un cable blindado basado en un sistema de bolas y cilindros que le aporta su especial resistencia -"fuerte y robusta como una serpiente pitón", de ahí el nombre-, nació en una fábrica de Girona hace ahora 35 años. Fue Cipriano Duch, propietario de Mecánicas Duch, quien observó la fragilidad de los candados con los que se protegían las motos. En 1978 se puso manos a la obra, y durante nueve meses no dejó de trabajar hasta lograr el blindaje que sigue aplicándose en la actualidad.

Su excesivo tamaño y peso (el 'estándar' medía un metro y pesaba dos kilos y medio) llevó a muchos distribuidores a desdeñarlo. "Me decían: 'Estás loco, no los vas a vender en tu vida'". Pero Duch siguió en sus trece, y fabricó 500. Los iba vendiendo de uno en uno. Hasta que un día unos estudiantes de Granada aficionados al motociclismo acudieron a una concentración cerca de Valencia, vieron un Pitón y apuntaron la marca.

"En esa época no había Internet. Buscaron la fábrica y me enviaron una carta manuscrita. Eran estudiantes de Ingeniería y querían cinco candados. Al cabo de 15 días pidieron 10 más". Después, empezaron a pedir de 25 en 25. Hasta que viajaron a Girona y, tras conocer Duch, montaron la distribuidora Zacatín. En los 80 llegaron a consumir 5.000 antirrobos Pitón al mes. La época dorada. Hasta que comenzaron las imitaciones.

Patentes y juicios

Cipriano Duch ha perdido la cuenta de los enfrentamientos judiciales que ha tenido por la patente. "Llegué a tener hasta 13 querellas simultáneas, tanto aquí como en Francia". Finalmente, no le reconocieron la patente. A partir de ahí, proliferaron las imitaciones, "incluso con el nombre Pitón y con instrucciones de montaje fotocopiadas de las nuestras", recuerda con resignación.

"Después entraron en competición China y Taiwan. Cuando iba a exposiciones en Italia o París, venían los chinos detrás haciendo fotos. Al poco salían mis productos en su catálogo", recuerda Duch.

"Hubo una época en la que incluso nos enviaban télex informándonos de que estaban fabricando material similar al nuestro, por si nos interesaba. Les llegué a ofrecer un trato: que usaran todas mis patentes en el exterior con la condición de que no se metieran en España. No quisieron".

Testigo directo de la evolución de la mecánica...

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