Pintadas en sendas carreteras convencionales desde octubre de 2016 y acompañadas de señales verticales informativas, los conductores ya las identifican como tramos de carretera de velocidad controlada.

De este modo los conductores identifican fácilmente cuando un tramo de carretera es especialmente peligroso en lo relativo a los excesos de velocidad, y reducen la marcha. El conductor interioriza el riesgo y la asocia a las líneas verdes, por lo que son más efectivas que las señales de aviso de radar, o de velocidad controlada por radar.

Además, su presencia hace que el conductor perciba una carretera más estrecha de lo que es en realidad, lo que también lleva a reducir la velocidad.

El proyecto piloto se realizó en dichas carreteras porque invitan a exceder los límites de velocidad, por su trazado poco sinuoso y de curvas amplias, con una calzada de doble sentido de circulación pero con anchura entre los 3 y los 3,5 metros.

El 43% de las colisiones y el 69% de los atropellos se habrían evitado de haberse respetado la velocidad.

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