Las carreteras catalanas se han cobrado 18 vidas de motoristas hasta comienzos de junio, un dato que confirma una preocupante tendencia alcista. En todo 2017 se registraron 45 muertos en Cataluña, lo que ya suponía un incremento del 32%.

En casi el 50% de los accidentes con víctimas graves de los últimos tres años había un motorista implicado. Y la media de edad de los motoristas accidentados ha sido elevada, entre los 40 y los 60 años, por lo que no cabe adjudicarlos a imprudencias de juventud o falta de experiencia en la conducción.

Si se tiene en cuenta que el número de kilómetros recorrido por los motoristas es del 5%, la magnitud del problema se percibe en toda su intensidad. Por ello hay que actuar sobre aquellos tramos de carretera que tienden a cebarse especialmente con los motoristas.

El Servei Català de Trànsit (SCT) señala especialmente a la C-31, que enlaza Barcelona con la Costa Brava y la Costa Daurada. Una ruta habitual de los moteros, en la que han perdido la vida seis en 2017 y tres en la primera mitad de 2018.

El resto de carreteras afectadas serán la BP-1417 (carretera de la Arrabassada), BP-1503 (carretera de Rubí a Terrassa), BV-2115 (carretera de Vilanova i la Geltrú a l'Arboç), C-14 (carretera de Salou a Reus y la Selva del Camp), C-59 (carretera de Palau-solità i Plegamans a Caldes de Montbui), C-246a (Vilanova i la Geltrú), C-462 (carretera de Solsona al embalse de la Llosa de Cavall), GI-682 (carretera de Palafolls a Lloret de Mar y a Tossa de Mar).

En muchas de estas carreteras la principal amenaza es el guardarrail que no cuenta con los adecuados Sistemas de Protección para Motoristas (SPM), lo que lleva a que las carreteras no perdonen los errores de conducción cuando se presentan. Entre las actuaciones que propone la Generalidad también está la mejora sobre el sistema de drenaje, eliminación de posibles obstáculos, mejora de la señalización vertical y horizontal, o la implantación de elementos reductores de la velocidad.

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