Asociación Mutua Motera

      
Usted se encuentra en: Voluntariado
 
 
Velocidad limitada electrónicamente, ¿sí o no?
  22 de Enero de 2014
  Velocidad limitada electrónicamente, ¿sí o no?

Últimamente se está generando cierto debate sobre la conveniencia o no de limitar la velocidad máxima de los vehículos desde fábrica. Parte de este debate se recoge en el periódico Cinco Días, os trasladamos aquí algunas de las opiniones encontradas que se están produciendo. Si quieres, tu también puedes darnos tu opinión.

Todos saben que el tabaco mata, sin embargo nadie se atreve a prohibirlo, tan solo se aumentan los impuestos sobre él. Del mismo modo, las estadísticas y los análisis con dummies demuestran que la velocidad elevada no solo es causa de accidentes, sino también condición de su gravedad. Si los límites de velocidad europeos se encuentran entre los 70 km/h de Suecia y los 130 km/h de la mayoría de la UE, ¿Por qué lo vehículos suelen superar los 200 km/h?

¿Sería adecuado pensar en una velocidad limitada electrónicamente a 1¿0 km/h? una limitación que fuera fácilmente reversible por los propietarios de los vehículos que por sus características se puedan destinar a correr en circuito, o a las autobahn alemanas, pero que pueda limitarse legal e irreversiblemente en aquellos casos en los que sus propietarios han dado sobradas muestras de irresponsabilidad y conducta temeraria al volante. Los avances en electrónica de la automoción, permitiría plantearse estas preguntas desde una nueva óptica.

“Supongo que obedece a estudios de mercado, pero efectivamente, no es razonable que los automóviles vengan de fábrica con potencias tan altas”, comenta Juan Luis de Miguel, subdirector del Centro Zaragoza de Investigación de Vehículos. 

“Si hace 20 años un coche de 100 caballos de fuerza era algo contundente, hoy para muchos consumidores hablar de un coche de 150 caballos es hablar de un turismo familiar. No tiene una explicación racional porque con potencias muy inferiores, el auto es capaz de circular a 120, 130 o 150 km/h”, sostiene.

Del lado contrario las marcas aducen que el aumento de la potencia no busca el incremento de la velocidad máxima sino la mejora de otras cualidades, como aceleración y confort, y compensar el aumento de peso provocado por la inclusión de un mayor número de equipos cuyo fin es que el vehículo sea cada vez más seguro y ecológico.

“Además, estos incrementos de potencia se realizan en paralelo con descensos de consumo”, asegura David Barrientos, portavoz de Anfac, la asociación de fabricantes. “Coches menos potentes podrían ser también coches menos seguros”, advierte. “La potencia puede salvar vidas en momentos determinados, por lo que sería un error limitarla. En situaciones de emergencia, la máquina puede necesitar de toda su fuerza para salvar un obstáculo o esquivarlo y evitar una colisión”, argumenta.

Claro que en estas reflexiones se entremezclan, más o menos intencionalmente, potencia y velocidad máxima. Dos términos que no tienen por qué ir de la mano a la luz de las nuevas tecnologías. Y tampoco se justifica que una velocidad máxima sobreelevada suponga una ventaja decisiva a la hora de evitar un accidente y no suponga un riesgo añadido en las manos de un conductor imprudente o inexperto. Como ejemplo, vehículos eléctricos como los actuales Renault Fluence ZE con 95 CV de potencia, alcanzan velocidades máximas de solo 135 km/h. El Nissan Leaf apenas supera los 145 km/h. Son velocidades limitadas electrónicamente para que el vehículo consuma menos y así poder aumentar la escasa autonomía de sus baterías, sin embargo, desde los concesionarios no nos advierten del riesgo de conducir vehículos “tan lentos”.

A pesar de sus limitadas velocidades, “el vehículo eléctrico recorrerá nuestras ciudades y vías interurbanas a la misma velocidad que lo hacen diariamente los de combustión interna”, estima Prat, de Ficosa.

En realidad las marcas se ven obligadas por el consumidor final, que busca con la compra de su automóvil algo más que mera movilidad. El vehículo es también un símbolo de estatus social que marca hasta cierto punto una compra irracional. La mayoría de clientes de los superdeportivos no han entrado nunca a un circuito, y tan solo se pasean con sus bólidos a velocidades inferiores a los 20 km/h por los puertos deportivos más exclusivos de España.

Luis Montoro, catedrático de Seguridad Vial de la Universidad de Valencia, arroja nueva luz en el debate: “Los coches no corren. Son las personas. En EE UU o Suecia estos son más potentes que aquí e históricamente han tenido menos accidentes. El ciclomotor es el vehículo menos potente y es el que más gente mató en el pasado. De nada vale poner limitación en el vehículo; la limitación hay que ponerla en la cabeza de los conductores”.