El modus operandi del ladrón de motos moderno es desguazarlas en algún taller clandestino y vender las piezas en el mercado negro. Existen incluso almacenes de piezas donde se guardan a la espera de comprador.

Las cifras no son para tomárselo a broma, en Barcelona se roban 7 motos diarias, en su mayor parte motos aparcadas. En total desaparecieron 2.493 motocicletas y ciclomotores en 2018, de las que se recuperaron unas 1.000. El resto permanecen en almacenes o han sido vendidas ya por piezas.

Las motos suelen ser robadas mediante furgonetas a las que las suben en un instante mediante sistemas de rampas o de elevadores. El tres de enero fue interceptada por la Guardia Urbana una de estas furgonetas, de las que se extrajeron varios manillares de una Honda SH 125.

Las furgonetas actúan como el “hombre del saco” en zonas de oficinas o de aparcamientos públicos con alta movilidad donde suelen pasar más desapercibidas que en los barrios residenciales. En muy pocas ocasiones tratan de romper los mecanismos de seguridad de la moto, lo más habitual es que las suban a pulso hasta la furgoneta y salgan rápidamente de la zona.

Las motos de las que sospechan que puedan tener mecanismos de seguimiento son dejadas a varias calles de distancia. Luego las vigilan para comprobar que no llega su dueño o la policía y cuando están completamente seguros las vuelven a cargar a la furgoneta y se las llevan al taller de desguace.

Muchas piezas del mercado negro llegan a Marruecos entre trozos de chatarra sin mayor valor. Así es muy difícil detectar qué es una pieza procedente de un robo o simplemente trozos de metal sin gran valor.

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