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Cómo mata un accidente (0): IntroducciónImprimir
3 de Octubre de 2013
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Cómo mata un accidente (0): Introducción

Al hablar de seguridad vial normalmente nos centramos en ver cómo podemos evitar los accidentes, o por lo menos mitigar sus efectos. Y hay muy buenos motivos para que la prevención sea el tema primordial, está claro. Precisamente, para dejar claro por qué es importante circular de la forma más segura posible, a partir de hoy y durante las próximas semanas vamos a dedica un tiempo a aprender qué es lo que ocurre cuando todo va mal. Vamos a aprender cómo mata un accidente.

Durante las próximas semanas vamos a repasar (en CIRCULAR SEGURO) los procesos físicos, biológicos y bioquímicos que ocurren en nuestro cuerpo desde la desgraciada colisión hasta el fatal desenlace. La idea es hacerlo siempre a nivel divulgativo, asequible a todo el mundo, en la medida de lo posible. Pero nunca renunciando a la rigurosidad necesario. 

Antes que nada, debo decir que, por mi formación controlo más o menos los principios físicos, pero no soy biólogo y mucho menos médico. Para suplir estas carencias, debo agradecer la inestimable y desinteresada ayuda de un colaborador habitual en la casa, el sexto beatle de Circula seguro: el Doctor Josep Serra. Agradecerle desde aquí su paciencia y entusiasmo en este pequeño proyecto.

Fisiopatología del accidente

Nuestros cuerpos, más allá de cualquier visión mística, no son más que máquinas biológicas. Unas máquinas extremadamente complejas, que se rigen según las mismas leyes Físicas que rigen el comportamiento de cualquier otro pedazo de materia del universo (aunque, honestamente, no es que las conozcamos todas… pero sí bastantes). 

En este sentido, un cuerpo humano no es muy diferente al coche donde sufre el accidente. Pero en vez de bielas, engranajes y correas de transmisión el cuerpo humano tiene encimas, reacciones químicas y un montón de moléculas en danza. En este sentido, igual que podemos rastrear una avería del coche a una o varias piezas que no hacen su trabajo correctamente, cualquier disfunción del organismo tiene sus motivos últimos en los principios científicos de la vida.

Eso es precisamente lo que estudia la fisiopatología. La palabra de marras proviene de juntar fisiología y patología. La primera es la parte de la biología que estudia el funcionamiento de los seres vivos. La segunda es la parte de la medicina que estudia las enfermedades. Es decir, la fisiopatología, por muy impronunciable y temible que suene, no hace más que estudiar las causas últimas de las enfermedades. Y, para hacerlo, utiliza los conocimientos científicos (físicos, biológicos y químicos).

Es decir, es el eslabón que conecta los síntomas que observamos en el mundo macrosócpico con el mal funcionamiento de alguna pieza en el mundo microscópico del interior de nuestros cuerpos. Obviamente, en el caso que nos ocupa sabemos la causa original de todos los males: el accidente de tráfico. Pero, una vez sufrido el accidente, ¿cuál es el proceso que nos conduce a la muerte? 

De alguna forma, el accidente produce ciertos cambios en nuestro cuerpo que pone en riesgo su capacidad para seguir funcionando correctamente. Pero, ¿qué cambios tienen lugar exactamente, y por qué ocurren? Esa es la pregunta que intentaremos responder a lo largo de las próximas semanas. Aunque está claro que todos los accidentes son diferentes, nosotros intentaremos centrarnos en los casos más habituales y representativos.

Primeros auxilios

El mayor beneficio de conocer las causas últimas por las que algo funciona mal es saber como (intentar) arreglarlo. Eso es precisamente lo que hace la medicina. Dado que el objetivo de estos artículos es entenderlos mecanismos que explican cómo mata un accidente, normalmente nos centraremos en el peor de los casos. 

No obstante, a lo largo de nuestro viaje desde la colisión hasta el cese de las funciones vitales habrá una serie de etapas en que la intervención adecuada pueda interrumpir el proceso y salvar la vida. En este sentido, esta serie podría parecer un lugar natural donde introducir conceptos esenciales de primeros auxilios.

El problema es que, en muchas ocasiones, una mala actuación puede ser incluso peor que la inacción. En este sentido, intentar explicar primeros auxilios de esta forma, sin un entrenamiento real bien pautado, puede ser muy contraproducente y peligroso. La divulgación de la medicina es mucho más delicada que explicar los principios científicos subyacentes. No cualquiera está capacitado para practicar una traqueotomía con un bolígrafo, sobre todo si la primera vez que lo intenta lo hace con una vida en juego.

Por lo tanto, en cuanto a los primeros auxilios, vamos a intentar llegar al compromiso de explicar las técnicas más básicas que todos deberíamos conocer (y, sobre todo, intentar identificar cuándo es mejor no tocar nada hasta que vengan las asistencias profesionales). En realidad, poco más o menos lo mismo que todos aprendimos, supuestamente, en la autoescuela.

Por supuesto, os animo a aprovechar la ocasión para apuntaros a algún taller de reanimación cardiopulmonar (RCP) o de primeros auxilios. Si esta humilde serie de artículos sirve de inspiración para que algunos de vosotros aprendáis de verdad cómo proporcionar primeros auxilios, y algún día se salva una vida gracias a ello, yo seré el bloggero más feliz del mundo.

 
Cuando uno escribe divulgación científica siempre pasea sobre una cuerda floja, intentando equilibrar por un lado la facilidad de comprensión con la rigurosidad. Demasiada rigurosidad, y el artículo será arduo, incomprensible e intimidante. Por el otro lado, rebajar demasiado el nivel puede llevar a un texto que no transmita realmente el conocimiento científico, llevando a equívocos. Cualquiera de los dos extremos es un fracaso rotundo.
 
En este sentido, la divulgación científica siempre está jugando con la capacidad del lector de soportar la complejidad. La experiencia es que el lector interesado puede soportar más complejidad de la que podríamos pensar a priori, si se administra de forma inteligente. Por lo tanto, aunque no puedo asegurar que todos los parágrafos sean un camino de rosas, sí que pondré mi máximo empeño en hacer que los pasajes más arduos sean un bonus, pero no imprescindibles para la comprensión general de cómo mata un accidente de tráfico. 

A tal efecto, os doy mi permiso para saltar algún fragmento concreto, o incluso algún artículo de la serie, sin que afecte a la capacidad de entender lo siguiente. Aunque tampoco es que necesitéis el permiso, verdad?
 
Los artículos de «Cómo mata un accidente», a partir de la semana que viene, se centrarán cada uno en un tema concreto, intentando no sobrepasar cierta longitud (puede que éste sea el artículo más largo de la serie). Cada artículo será un nuevo paso en la cadena de procesos que desencadena el fatal desenlace. En principio, la periodicidad sera semanal, pudiendo esperar los artículos en la franja de la noche del miércoles, siempre que las vicisitudes del destino lo permitan.
 
Alguno de los temas que protagonizarán los diferentes artículos son: las leyes de Newton, politraumatismos, por qué necesitamos respirar, el shock circulatorio, el SIRS, etcétera. Para empezar, la semana que viene hablaremos de la Física de las colisiones, y en particular por qué nuestro cuerpo &laque;se rompe» si colisiona con partes del coche.
 
Con esto, espero que este pequeño proyecto sirva para que, entre todos, nos demos cuenta de lo frágil que es la vida, de lo importante que es prevenir y de todo lo que está en juego cuando nos ponemos a los mandos de un vehículo. Y, de paso, que nos permita aprender un poquito más de cómo funciona el mundo que nos rodea.

CIRCULAR SEGURO 



 
 
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